sábado, 17 de junio de 2017

Contra la ola de calor, abanico

Uno había llegado a suponer que no podría escuchar-leer mayores dislates (la ocasión merece semejante palabra) de la boca-pluma de los políticos. Salvando, claro está, la espera siempre atenta al próximo trabalenguas del señor Rajoy. Que de él siempre hay más que esperar.
Y hete aquí que hace un par de días, en medio de una (dicen) enorme ola de calor, “el consejero de Sanidad de Madrid recomienda hacer abanicos de papel contra el calor en las aulas”. ¡Qué maravilla! y ¡qué ocasión perdida!
Si además de ser consejero de Sanidad lo hubiera sido de Educación (o hubieran trabajado los dos en equipo) ésta era la ocasión de proponer una unidad didáctica que implicara activamente a todos los departamentos de las escuelas (públicas).
El departamento de lengua podía haber profundizado en el lenguaje de los abanicos, en la literatura sobre el abanico, la aparición e importancia del abanico en la poesía amorosa…; al departamento de ciencias muy bien le podía tocar encargarse de la relación entre la velocidad de movimiento y el enfriamiento del aire, o de la resistencia del aire al movimiento; el departamento de sociales podía estudiar la relación entre el uso del abanico y las clases sociales y hasta hacer su historia en el tiempo; los de arte podían haberlos coloreado,…
¡Qué grandísima ocasión perdida! ¡Cómo no se le ocurrió!
Quizás la poltrona y el aire acondicionado de su despacho de trabajo (y de su casa) hayan ablandado la capacidad educativa, la imaginación creativa y las ganas de trabajar en  algo nuevo que no esté en los libros, del consejero. ¡Una lástima!
Si podéis llegar hasta ella, os recomiendo la "Carta de una profesora al consejero madrileño de Sanidad sobre los abanicos” publicada en la Tribuna Abierta de eldiario.es.


Y, como de disparates se trata, esta apostilla:
Hoy vuelve a ser primera página en los periódicos ese concejal de Bilbao que ha privado definitivamente de mi voto a su partido. Aquel que proclamó que cualquier vecino de esta ciudad puede cerrar una cafetería. El que multiplicó mi poder ejecutivo hasta límites que nunca hubiera sospechado. Recordad, si queréis, mi entrada en este blog del 19/11/2016 (“Aquí llama un vecino y te cierra un local”).
Pero, antes de ver el periódico, yo ya me había acordado de él, de él y de… A la una de la madrugada, primero, a las tres, después. La culpa era de que mi escasa insonorización y la ligereza de mi sueño (de viejo) no están preparadas para compartir ciudad con esos energúmenos que salen del bar-pub que hay debajo de casa, Esos sí que tienen poder. Cuando ellos quieren yo me despierto, como si fuera una llamada militar a diana.

Bueno, ahora está muy preocupado con el peaje de los coches por la ciudad. Esta vez sí que voy a agradecérselo. Sobre todo si consigue que las carreteras queden libres para que podamos circular los peatones, porque las aceras no son ya para nosotros, sino para todas esas terrazas que, estoy seguro, pagan religiosamente los impuestos de los que cobra el ínclito concejal.

jueves, 15 de junio de 2017

La mujer loca

“- Yo no he leído ningún libro tuyo[…] Gustas mucho a las mujeres, ¿verdad?
- A las mujeres y a los buzos – dice Millás
- ¿A los buzos?
- Sí, hay escuelas de buceo en las que son de lectura obligatoria.”
“- Le entiendo. Creo que le gustaría escribir una novela que el lector reconociera como novela, pero que al mismo tiempo le produjera extrañeza.”
“Siempre quiere estar en el lugar del otro. A veces, se desdobla para ponerse en el lugar de sí mismo”.
“La mujer loca”,  de J.J. Millás, es una novela ¿loca? Extraña, sin duda. Extraña en su estructura, en sus personajes (uno de ellos es el propio autor), en lo narrado…
Está escrita con mucho humor. Se lee de corrida y te mantiene la atención hasta terminarla. En ella tienen cabida los problemas de la palabra hablada y la escrita, del silencio, de la gramática, las reglas, la personalidad de quienes hablan y quienes callan, el psicoanálisis, las relaciones familiares y, de forma destacada, el DMD (Derecho a una Muerte Digna).

Y remendando todos estos asuntos el tema del lenguaje y de su función y los entresijos de su relación con la realidad (la real y la falsa). O sea, eso. Es una novela extraña. No sé si de las aconsejables para el verano que se nos echa encima, o no. Pero, merece la pena recomendarla.

martes, 6 de junio de 2017

La sombra de lo que fuimos

Durante mucho tiempo usé "Historia de una gaviota y del gato que le enseñó a leer", de Luis Sepúlveda en clase con mis alumnos para trabajar la lengua española y provocar alguna afición por la lectura.

Acabo de leer del mismo autor "La sombra de lo que fuimos" y ésta no podría usarla con ellos. Salvo, quizás, una hilarante escena en una pollería, que abarca casi todo el capítulo dos. (Si no vais a leerla entera y la tenéis a mano, gastad diez de vuestros minutos en este capítulo del que os dejo un trozo más abajo).
"La sombra de lo que fuimos" es un disparate literario (y político, y…) que, si no fuera porque en las últimas páginas pierde fuelle y sorpresas (a mi juicio) sería muy recomendable. Eso sí: para mayores de 50 años, para izquierdistas, izquierdosos y toda clase de “izquierderos”. Y para cualquiera que en aquel tiempo simpatizara con Allende y odiara a Pinochet. El resto abstenerse.

“Trabajaban y ahorraban todos (está hablando de los emigrantes españoles) con la misma idea: regresar a España y abrir un bar, esa idea era obsesiva y cuando estaba con ellos llegué a pensar que el Cid se fue a Valencia con la intención de abrir un bar, y que si en el resto del mundo la historia de la sociedad era la historia de la lucha de clases, en España era la historia de los dueños de bares y los clientes, algo que se les pasó por alto a Marx y a Engels e hizo de ellos dos filósofos bajo sospecha de abstemia”

Sobre los desaparecidos en Chile tras el golpe de Pinochet: “La vida se llenó de agujeros negros y estaban en cualquier parte, alguien entraba a la estación del metro y no salía jamás, alguien subía a un taxi y no llegaba a su casa, alguien decía luz y se lo tragaban las sombras”.

viernes, 2 de junio de 2017

Novelas "de verano"


Tarde de tormentas. Varias tormentas seguidas que están dejando una buena cortina de lluvia y la obligatoriedad de quedarme encerrado en casa.

Aprovecho para ajustar cuentas con un par de novelas leídas últimamente. Por si alguien necesita irse aprovisionando para el verano con novelas cortas y “fáciles” (¿intrascendentes?), de esas que le permiten a uno cogerlas a la hora de la siesta y echar un sueñecito en medio de la lectura. Empiezas, te duermes, y, al despertar, sigues leyendo como si tal.

Ninguna de las dos da para más, pero tampoco para menos: “No me toques” de Camilleri (esta vez sin Montalbano) y “En medio de la muerte” de Lawrence Block, un thriller con todos los ingredientes clásicos del género.